MITOS Y LEYENDAS DE ROMA
En una célebre obra del gran fabulista clásico Apuleyo se narra la atractiva historia de un rey que tenía tres hijas. Las dos mayores estaban casadas y gozaban de la estima y el respeto de sus maridos respectivos pero, la menor -de nombre Psique-, permanecía aún bajo el mismo techo que sus progenitores. La hermosura de la joven benjamina era superior a la de sus hermanas y al resto de las muchachas del reino. Tenía muchos pretendientes que la admiraban y la miraban con vehemencia mas, pasaba el tiempo, y nadie se atreva a solicitarle relaciones formales. El exceso de hermosura -si es que tal expresión se me permite-, que detentaba la figura de la joven Psique, lejos de decidir a sus solícitos enamorados, los espantaba; y ninguno se atrevía a pedirla en matrimonio, pues todos temían el rechazo de la bellísima muchacha. La preocupación de los padres de Psique iba en aumento, y el anhelo por casar a su hija menor crecía de día en día. Por fin, decidieron acudir al oráculo en busca de consejo y ayuda. La respuesta que recibieron de la sibila encargada de transmitir el mensaje del oráculo los dejó, al mismo tiempo, perplejos y asustados. Y es que Psique, vestida con sus mejores galas, tenía que ser conducida hasta la cumbre casi inaccesible de un lejano monte, y abandonada a su suerte. Con harto dolor de su corazón, los padres de la hermosa muchacha cumplimentaron, hasta en los más mínimos detalles, la orden del oráculo. Bañaron el esbelto cuerpo de la joven, lo ungieron con humectantes aceites y olorosos perfumes, la vistieron como a una novia y, una vez conducida hasta el lugar indicado por el oráculo, la abandonaron.
CEFIRO VIENTO
El viento bonancible que provenía del Oeste era siempre bien recibido por los antiguos pues, en su buenandanza, siempre arrastraba tras de sí buenos augurios, y mejores nuevas, que iba depositando en todo tiempo y lugar. Se le conocía con el nombre de Céfiro y estaba considerado, además, como uno de los más fieles mensajeros de los dioses.
Según el relato de los hechos, Psique se hallaba ahíta de soledad, temor y temblor -pues el oráculo también había predicho que un monstruo vendría a buscarla-, en la nebulosa cumbre de aquella desconocida montaña a la que la habían traído sus progenitores, cuando llegó el viento Céfiro -que cumplía una orden de Eros/Cupido, dios del amor- y, con suavidad, la envolvió entre su bruma para transportarla hacia otro lugar mucho más hermoso y luminoso; la muchacha tuvo miedo a lo desconocido, no pudo resistir la impresión, y se desmayó. Mas, después de un tiempo prudencial, Psique despertó y no acertaba a salir de su asombro, pues se hallaba en una gran sala de paredes relucientes, adornadas con fino marfil y pulido mármol. Echada sobre un lecho de plumas, Psique aparecía con el semblante apacible y sereno; su cuerpo era todavía más hermoso que en todos los instantes anteriores de su vida. La tranquilidad de aquel idílico lugar sólo era interrumpida por misteriosas voces que avisaban a Psique de que eran sus sirvientes y se ponían a su disposición. Cuando la muchacha quiso saber dónde se hallaba, le respondieron que en el más hermoso de los palacios del más grande de los amadores que hasta entonces hubiera conocido. Observó, también, una vez hubo salido de su asombro, que ninguna de las puertas tenía cerradura, y que todas se abrían a su paso; por tanto, considero Psique que no se hallaba prisionera, lo cual la reconfortó considerablemente.
LA NOCHE MAS HERMOSA
Muy poco duraba el día en aquel suntuoso palacio y, cuando llegó la noche, y ya la hermosa joven se había recogido en sus aposentos, sintió junto a ella la presencia sutil de un enamorado que la llenó de caricias y la colmó de ternura: era Cupido. Este, a preguntas de Psique sobre su personalidad, rogó a la hermosa muchacha que se conformara con gozar de su presencia y con estar a su lado, pero que no tratara de desvelar el misterio de su vida. No obstante, la recomendación más encarecida de Cupido a su amante Psique fue la de que no tratara de ver nunca su rostro pues, de lo contrario, se romperla todo lazo entre ambos y una gran desdicha los alcanzaría.
Cupido siempre abandonaba aquel nido de amor cuando llegaba el alba y, aunque a Psique le hubiera gustado tenerle a su lado también durante el día, sin embargo, respetaba las razones de su misterioso consorte y no se le pasaba ni por la imaginación desatender las recomendaciones de aquél.
Había transcurrido tanto tiempo desde que la joven Psique saliera de la casa de sus padres que, un buen día, le entraron ganas de visitarlos. En cuanto tuvo ocasión, se lo consultó a Cupido y, éste, desaprobó la pretensión de su compañera. Pero, como Psique no escuchaba de labios de Cupido razón alguna que la convenciera de lo contrario, volvió a insistir sobre la conveniencia de viajar hasta la casa de sus progenitores. Cedió por fin Cupido y, su joven y hermosa mujer, fue a visitar a su familia.
EL ROSTRO DE UN EFEBO
No bien hubo llegado Psique a la casa de sus padres, cuando ya toda su familia estaba esperando a la hermosa muchacha, para agasajarla y para oír directamente de sus labios todo aquello que hasta entonces consideraron rumores infundados.
Sus progenitores repararon que el aspecto de la joven era aún más radiante que antaño, cuando les cupo la obligación cruel -derivada de su consulta al oráculo- de abandonarla en un lejano e inaccesible monte. Sus padres y sus hermanas se alegraron de ver tan sana y tan llena de vida a la bella Psique, y se maravillaron de todo cuanto le había acontecido; escuchaban con gran atención los diversos relatos que la joven iba hilvanando de forma espontánea y, sus hermanas -acaso por efectos de la envidia que iba prendiendo en ellas, a medida que Psique daba más detalles de lo que le había acontecido-, instaron a la muchacha a que viera el rostro de su esposo, y le argumentaban que acaso no se dejaba ver porque tenía una cara monstruosa y horrorosa, tal como ya había adelantado el oráculo en su mensaje. Picada por los torcidos juicios de sus hermanas, Psique aceptó la lámpara que ellas le dieron y prometió encenderla en el momento oportuno para, así, desvelar de una vez por todas aquella espe cie de secreto que su querido marido guardaba tan celosamente. Además, ya Psique estaba harta de pasar el día a solas, sin la dulce compañía de su esposo, y pensaba que conociendo su fisonomía le obligaría a permanecer todo el día en el suntuoso palacio que les servía de morada. Y es que el amor que Psique/Alma profesaba a Eros/Cupido, avivaba en ella el deseo de verle a la luz del día, de fijar sus ojos en su figura, la cual se le antojaba a Psique muy hermosa.
DESPEDIDA
Llegó el día de su partida y, la hermosa muchacha, se despidió de los suyos entre bromas y veras y les aseguró que siempre los llevaría en su recuerdo. No sin cierta zozobra, emprendió el largo camino hasta el palacio de su misterioso esposo. Aún era de día cuando llegó, por lo que sólo los sirvientes salieron al encuentro de Psique. Esta se encerró en su aposento a la espera de la llegada de la noche, que le traería el más valioso de los regalos, es decir, la presencia de su querido esposo Cupido, al que ya la joven Psique echaba mucho de menos.
Efectivamente, con inusitada precisión, en cuanto Helios/Sol llegó a su ocaso y las sombras de la noche se extendieron por doquier, la hermosa muchacha sintió a su lado la presencia cálida de su querido esposo que, pleno de ternura, le mostraba una vez más las mieles del amor. Pasaron los primeros momentos de fogosidad y la calma vino a adueñarse de ambos protagonistas; mas, mientras uno dormía felizmente satisfecho, el otro fingía descansar. Pasó un tiempo prudencial y Psique, decidida a llegar hasta el final con su plan, encendió la lámpara que sus hermanas le regalaban para semejante menester. Dirigió la mortecina luz hacía el lado en el que yacía confiado su esposo y, al momento, vio junto a sí el cuerpo y el rostro hermoso, de uno de los más jóvenes y bellos efebos que imaginarse pueda. Nerviosa y aturdida, ante la inesperada visión, Psique no pudo evitar que de su lámpara cayera una gota de aceite hirviendo que fue a estrellarse en la misma cara de Cupido. Este despertó al instante y desapareció como por ensalmo.
AMOR AUSENTE
Desde el instante mismo en que Psique vio la cara de Cupido, ya no volvió a conocer momentos de dicha ni de felicidad. Ya no moró en el antiguo palacio, ni le sirvieron doncellas y, lo que fue peor aún, perdió a su amor, que no era otro que el Amor con mayúscula, es decir, un monstruo, como el propio oráculo había predicho, pues abandonaba a vivir solitarios a quienes previamente había enseñado la dulzura de vivir en compañía.
Narran las crónicas que, a raíz de los desgraciados sucesos reseñados, la joven Psique se vio sola y vagando por el mundo sin que nadie la ayudara en su infortunio. La propia Venus -diosa del Amor-, que siempre había sentido celos de la hermosa muchacha, aprovechó esta ocasión que le brindaba el destino y obligó a Psique a realizar tareas y trabajos desagradables, duros y difíciles para que su hermosura se ajara y se agostara. Y, así Psique se vio sometida a vejaciones tales como perseguir carneros salvajes para esquilarlos y cardar e hilar su lana; hacer montones con semillas de diferentes plantas para, a continuación, separarlas por clases y especies; llenar de agua pesados cántaros, o voluminosas cántaros, en fuentes guardadas por gigantescos dragones que espantaban con sus bocanadas de fuego a toda criatura que osara acercarse, etc.
EL OSCURO REINO DE HADES
Pero, con todo, la más desagradable tarea que Venus impuso a Psique consistió en obligar a la muchacha a bajar al Tártaro, a los dominios abisales de Hades/Plutón, para recoger de manos de Perséfone -mujer, a la fuerza, del dios de los Infiernos, pues la había raptado cuando la joven, acompañada por la ninfa Liana, recogía flores en las selvas sagradas de Sicilia- un frasco de la Juventud que, en ningún caso, debería abrir la joven recadera, ni tampoco aspirar sus esencias.
Cuando ya se hallaba en el camino de vuelta, la muchacha no pudo resistir la tentación y abrió el frasco de las esencias; al instante se esparció por el aire un extraño perfume que tenía la propiedad de adormecer a toda criatura viviente. La propia Psique sufrió aquellos nefastos efectos y, en unos momentos, quedó sumida en un profundo sueño del que nunca despertaría por sí misma. Fue entonces cuando Cupido, que todavía seguía enamorado de la bella Psique, acudió en su ayuda y, al verla dormida, la pinchó con sus flechas para despertarla al Olimpo para rogar al poderoso Zeus que le permitiera hacerla su esposa. Aunque Psique pertenecía a la raza de los mortales, el rey del Olimpo concedió a Cupido los favores que pretenda y, éste, se casó con la hermosa Psique que, desde entonces, gozó del Amor de Cupido y alcanzó la inmortalidad. También, y por mediación del propio Zeus, la bella diosa Venus se reconcilió con Psique.
Artistas clásicos, y de todos los tiempos, han plasmado en sus obras el mito de Cupido y Psique. Esta aparece, con relativa frecuencia, dibujada con cara de niña y tocada con unas alas de mariposa; en torno a ella, cual imágenes vivas del propio Cupido revolotean pequeños amorcillos que impregnan al conjunto de un encanto lúdico.
HERO Y LEANDROS
La historia mítica de la célebre pareja, formada por Hero y Leandros, se forjó en la oscura noche de los tiempos, cuando el embravecido océano se tragó la vida de uno de los dos amantes para, llegada la mañana y la calma, arrojar su cuerpo a los pies del otro que ya desesperaba ante su ausencia. El dios Neptuno, dueño y señor de las aguas, ¿cómo permitiría tan execrable crimen? Acaso los mortales no deban fiarse de los dioses pues, en realidad, nada malo hacía Leandros cruzando cada noche el mar, para reunirse con su amada Hero, y retornar al lugar de origen cuando el alba era llegada.
El relato de los hechos lo narra el gran cantor Ovidio con la fuerza lírica que le caracteriza. La tragedia de Leandros y Hero comienza, no obstante, de forma feliz. Aquél era un joven valeroso que vivía en una ciudad situada en el lado asiático del estrecho de los Dardanelos. Mientras que la segunda era una de las más hermosas sacerdotisas que formaban la corte de la diosa del amor, y vivía en otra ciudad situada en la zona europea del estrecho. Ambos se querían por encima de fronteras convencionales o geográficas y hacían todo lo posible por reunirse diariamente.
LA TEMPESTAD
Era Leandros quien, henchido de valor, cruzaba a nado cada noche las frías aguas del Helesponto para encontrarse con su amada. Esta, desde la otra orilla, mantenía siempre avivada la llama de un farol, colocado en la torre más alta de su propia morada, para orientar a su amante. Mas, una noche tormentosa, en la que el mar aparecía embravecido, y soplaba un viento huracanado, el farol de Hero se apagó y la muchacha no pudo encenderlo. Mientras tanto, Leandros nadaba sin rumbo alguno, y era zarandeado con fuerza por el temporal hasta que, cansado y exhausto, se ahogó sin ver la luz que, en vano pretendía encender su amada. A la mañana siguiente, Hero se hallaba en la atalaya atisbando el horizonte y como intuyendo un mal presagio, cuando descubrió, allá abajo, el cuerpo exánime de su amado flotando sobre aquellas fatídicas aguas. La joven no pudo sobreponerse a su desdicha y, presa de desesperación, con el sólo propósito de reunirse con su amado, se tiró al mar desde la alta torre en que se hallaba subida, y se ahogó.
LEYENDA DE FAON Y SAFO
En la mítica isla de Lesbos vivía un viejo de piel arrugada y enjuta, y tan lleno de achaques, que parecía imposible conocer su edad. Su nombre era Faón y tenía una barca con la que se ganaba la vida transportando personas y enseres hasta las cercanas costas de Asia.
En cierta ocasión, se acercó a la barca de Faón una mujer de aspecto avejentado, que cubría su desmirriado cuerpo con sucios harapos, y que venía a solicitar los servicios del anciano barquero, pues tenía necesidad de pasar al Continente cuanto antes. Faón, que había tomado a aquella mujer por una pordiosera necesitada, se prestó a socorrerla en todo lo posible y, no sólo la acomodó en su barca, sino que también la ayudó pecuniariamente para que, así, pudiera seguir su camino. El viejo Faón recibió a cambio una cajita con ungüento que, al decir de la extraña mujer, era una especie de elixir de la juventud, pues tenía la propiedad de volver tersa y joven la piel de quienes se lo aplicaran. No hizo mucho caso el viejo barquero a las palabras de la desconocida, pero aceptó su regalo con muestras de agradecimiento.
FAON EL JOVEN
De regreso con su barca hacía Lesbos, Faón, acaso para matar el aburrimiento, decidió aplicarse en su arrugado rostro aquella maravillosa crema -siguiendo las instrucciones de la pordiosera- y su asombro fue mayúsculo pues, al instante, la piel de su cara se trocó tan lisa y llana como la de un niño, Probó a embadurnarse todo el cuerpo y, en unos momentos, se volvió tan lozano y joven como un efebo. Se preguntó, entonces, quién sería la mujer indigente que había llevado en su barca y llegó a pensar que se trataba de alguna deidad, pues tanto poder no podía ser detentado por persona mortal alguna. Efectivamente no andaba muy descaminado Faón en sus apreciaciones, ya que aquella mujer que transportó en su barca era la mismísima diosa Venus, que se había disfrazado de menesterosa para probar la sensibilidad del barquero ante la desgracia ajena.
Pasó el tiempo y todas las mujeres se enamoraban de aquel hermoso joven en que Faón se había transformado. Pero hubo una, en especial, que intentó conquistar el corazón de Faón porque se había enamorado de él; se trataba de la joven y hermosa poetisa Safo.
MORIR DE AMOR
Sin embargo, Faón hacia oídos sordos a toda pretensión y, cansado de recibir tanto agasajo por parte de las muchachas de Lesbos, decidió abandonar aquella región y establecerse en Sicilia. Pero, Safo, que ya no podía soportar la ausencia de aquel amor, hasta entonces no correspondido, siguió a Faón hasta su actual residencia y, una vez allí, le declara su amor y le recita suaves odas y tiernos versos, compuestos por ella misma, por ver si así consigue ablandarle el corazón. Mas, Faón el joven, se vuelve cada vez más arisco y desprecia sin contemplación alguna el amor de la desdichada Safo, la cual decide poner fin a su vida a causa de tanto desamor y desaire por parte del orgulloso efebo; la muchacha sube decidida hasta la cima de una peña del monte Léucade y, sin pensárselo dos veces, se arroja al mar desde lo alto para desaparecer, al instante, entre las oscuras aguas del agitado océano.
Todo Lesbos lloró la muerte de Safo y, en su memoria, se erigieron templos por toda la isla, en los que se le rendía culto y se le ofrecían sacrificios rituales, cual si de una deidad se tratara. Además, se acuñó moneda con la efigie de la desdichada muchacha, como recuerdo de su auto-inmolación en aras del amor fallido.
Entre las capas populares de Grecia creció la admiración por aquella muchacha que había sido capaz de morir de amor. Y, entre la población culta, se valoraron y recitaron sus odas y elegías, especialmente aquellas que tenían como tema principal la pasión amorosa. Incluso su nombre figuró al lado de las nueve musas y, el halo de lirismo que desprendían las composiciones de tan singular poetisa, se extendió por todos los rincones de la isla de Lesbos. Por doquier se la veneraba a causa de sus versos cargados de sensibilidad y henchidos de ardor y pasión, lo cual llevó a la población a considerarla como la "décima musa".
LEYENDA DE ALCIONEO
Existen varias versiones a propósito de la personalidad de Alcioneo y muy poco se parecen unas a otras, A nosotros nos interesa, de manera especial, la historia amorosa de Alcioneo, por ser la que más cuajó, y la más conocida, entre amplios grupos populares de la antigüedad clásica. Sin embargo, conviene que enumeremos algunas otras versiones del mito de Alcioneo que también son relativamente conocidas.
Por ejemplo, hay dos versiones de la leyenda de Alcioneo que lo presentan como un ser desproporcionado, como un gigante. Su valor y fortaleza eran de tal calibre que, según la leyenda, se atrevió a plantar cara a los dioses y a librar con ellos cruentas batallas. Se le reconocía como líder y caudillo de los hijos de Gea/Tierra y Urano/cielo, es decir, de los Gigantes. Su talla era descomunal, y estaba dotado de una resistencia física difícil de abatir. Hasta tal punto que, como narran las crónicas, los propios dioses tuvieron que pedir ayuda al gran héroe Hércules/Heracles. Este entabla con el gigante una dura lucha, que comienza en un solitario lugar del istmo de Corinto, y consigue traspasar su fornido cuerpo con una enorme flecha impregnada en la sangre venenosa de la Hidra de Lerna -monstruo de innumerables cabezas que, apenas eran cortadas, volvían a reproducirse- pero, curiosamente, el gigante Alcioneo no sufre daño alguno; antes bien se levanta reconfortado y vuelve a la lucha. Arranca dos enormes peñascos de la tierra y los lanza contra Hércules con la intención de aplastarle, pero no lo consigue porque el avisado héroe había huido hacia la región de Beocia pues, según le había informado la diosa Atenea, era el único lugar en el que se podía vencer a Alcioneo. Las dos enormes piedras quedaron delimitando el istmo de Corinto, como prueba de la lucha entre tan feroces contrincantes. Ciertas narraciones de la presente leyenda, identifican al gigante Alcioneo con uno de los numerosos ladrones que, por aquel tiempo, merodeaban y operaban en el istmo de Corinto.
PERSECUCION
Detalles aparte, lo cierto es que Alcioneo persiguió a Hércules hasta Beocia y allí lo atacó rabiosamente. Aunque otras versiones explican que fue Hércules mismo quien trasladó a hombros a Alcioneo desde Corinto hasta Beocia para, así, poder acabar con él, puesto que en la región del gigante no era posible darle muerte, ya que la Tierra -su madre- lo hacía revivir de nuevo.
La lucha entre ambos colosos tuvo un desenlace fatal para Alcioneo que, en cierto modo, ya se encontraba bastante debilitado por efecto del veneno que contenía la flecha que llevaba aún clavada en su cuerpo. El héroe Hércules se mostró implacable para con su enemigo y, en cuanto vislumbró signos de abatimiento en él, le lanzó un enorme y certero mazazo -pues la maza era uno de los atributos que caracterizaban al héroe Hércules, y una de sus más temibles armas- que acabó con la vida del temible gigante Alcioneo. En realidad, parece inexplicable que los dioses del Olimpo tuvieran necesidad de aliarse con un mortal como Hércules, para poder vencer al gigante Alcioneo; mas, así son narrados los hechos en la época clásica. Se dice también que, en cuanto las hijas de Alcioneo se enteraron de la muerte de su padre, decidieron arrojarse al mar y convertirse, así, en criaturas marinas, especialmente en peces alciones -nombre con que se conoce, también, al Martín Pescador-; de entre todas las hijas de Alcioneo fue Palene, convertida en agua de sus otras hermanas, quien vivió de forma muy especial la muerte de su padre. Ante tan nefasta noticia, la muchacha se vio invadida por el dolor y la desesperación más agudos y, no pudiendo sobreponerse a la pérdida de su padre Alcioneo, se tiró al mar y, al instante, quedó convertida en un escamoso y escurridizo alción.
VENGANZA CRUEL DE HERA
No obstante, hay un relato de la vida de Alcioneo que apenas tiene nada en común con lo hasta aquí expuesto. Según una tradición griega, Alcioneo era un hermoso joven que moraba en la ciudad de Delfos, famosa porque en ella tenía su sede el oráculo de Apolo.
En una de las montañas cercanas a la mítica ciudad de Delfos había una caverna oscura que servía de refugio a un monstruo de enormes proporciones y, al que la población temía porque, según una tétrica leyenda, raptaba a los niños de los contornos para chuparles la sangre. Al parecer, el bestial monstruo era la personificación de una antigua doncella que, asediada con insistencia por Zeus, consintió yacer con el poderoso rey del Olimpo, lo cual provocó la ira de la celosa Hera -esposa de aquél- quien, de forma fulminante, convirtió a la infeliz doncella en el horroroso monstruo Síbaris.
LA FUENTE DE SIBARIS
Era tal el daño que aquel terrible animal infligía a la población de Delfos que, como último recurso, decidieron consultar al oráculo de Apolo. Este respondió que, para aplacar al sanguinario Síbaris, había que llevarle un joven efebo de la ciudad de Delfos, y abandonarlo a la entrada misma de la pestilente madriguera del monstruo, para que fuera sacrificado por éste. El joven elegido fue Alcioneo que, sin protesta alguna por su parte -puesto que tal era la recomendación de la sibila-, se dejó conducir hasta el lúgrube lugar señalado por el oráculo.
Cuando la comitiva había llegado a la entrada de la gruta, salió de entre los presentes un muchacho joven, llamado Euríbato, que se ofreció a ser canjeado por Alcioneo, pues se había enamorado de él apasionadamente. Todos los aquí congregados se quedaron perplejos ante la petición del muchacho y, sin más preámbulos, aceptaron su ofrecimiento. Euríbato sutituyó a Alcioneo, como víctima propiciatoria y, al ver que este último le miraba con temura, y que de sus ojos caían lágrimas de agradecimiento, pensó que el amor todo lo puede y, en vez de dejarse morir pasivamente, penetró con decisión en la hedionda cueva y atacó al monstruo. Lo arrastró hasta la salida y aplastó su disforme cabeza contra el saliente de una roca; la bestia reculó como por ensalmo y se precipitó para siempre en la hon dura abismal de la gruta. Nunca más se supo de Síbaris pero, en el lugar en que Euríbato le estrelló su cabeza, nació un manantial del que brotaron las más frescas y cristalinas aguas de toda la región de Delfos. En memoria de todos los hechos allí acaecidos se llamó aquel lugar Fuente de Síbaris. Y, más tarde, cuando los Locros -pueblo al que pertenecía Euríbato- se establecieron definitivamente en Italia, fundaron una cuidad a la que, en recuerdo de la efeméride reseñada, pusieron por nombre Síbaris.
ANAXARETA: CORAZON DE PIEDRA
Otra de las leyendas clásicas que se hicieron populares en los vetustos tiempos míticos, fue la de Ifis y Anaxáreta. El primero era un muchacho joven y lleno de vida que cometió el error de enamorarse de la segunda. Anaxáreta despreció siempre a Ifis y rechazó, con insistencia, toda pretensión de transformarse en amante del muchacho.
Ambos jóvenes eran chipriotas y, Anaxáreta tenía por antepasados a importantes personajes históricos, tales como Teucro, considerado como el fundador de Salamina de Chipre. La joven era tan orgullosa, que no sólo hacía oídos sordos a los ruegos de su abnegado admirador, sino que también se mofaba de él en cuantas ocasiones se le presentaban.
Un aciago día, el muchacho, perdida ya toda esperanza de ser, no ya aceptado por Anaxáreta, sino escuchado, tomó una radical determinación y se ahorcó en el dintel de la puerta misma de la casa en la que su despreciativa amada moraba. Más, se da el caso, que no por ello sintió la joven chipriota dolor o misericordia algunos; antes al contrario, los relatos del luctuoso suceso explican que Anaxáreta dio muestras de una sorprendente pasividad ante la aparatosa muerte de quien había sido su más contumaz pretendiente. Como si la muchacha tuviera el corazón de piedra, exclamaban sus conciudanos.
Tanto es así que, al pasar el entierro del joven Ifis, la muchacha contemplaba el cortejo desde su ventana con toda tranquilidad. Entonces, Venus -la diosa del amor-, irritada ante la frialdad, y la ausencia de sentimientos, de que hacía gala Anaxáreta, convirtió a ésta en una estatua de piedra.
EL AMOR DE PIGMALION
Acaso una de las leyendas de amor más inverosímiles y extrañas de la época clásica, sea la de Pigmalión y su estatua favorita. Según la tradición popular, Pigmalión era un soberano cretense muy aficionado a la escultura: todo su tiempo libre lo dedicaba a labrar la piedra, hasta que un día halló que había esculpido una figura femenina tan hermosa que ya no pudo separarse nunca de ella. Hasta rogó, e invocó, a los dioses del Olimpo que le permitieran casarse con aquella estatua de piedra que, por lo demás, era una fiel imitación de la diosa Venus y, por eso mismo, tenía que ser la diosa quien decidiera lo que había que hacer al respecto.
Pasaba el tiempo y Pigmalión se sentía cada vez más atraído por aquella efigie que consideraba su obra maestra. Estaba ya como trastornado y pedía insistentemente a la propia Afrodita/Venus que le buscara, para hacerla su esposa, una mujer idéntica a la que él había hecho de mármol. Un día que Pigmalión se hallaba ensimismado mirando aquella obra maestra observó que se movía y que -¡oh, prodigio!-, bajaba de su pedestal de mármol y se acercaba a su hacedor con la misma prestancia de un ser vivo. Sin salir de su asombro, Pigmalión se vio en brazos de aquella mujer que era una réplica fiel de la estatua que él había esculpido. ¿Que había sucedido?; pues que la diosa Afrodita/Venus había decidido dar satisfacción a Pigmalión y, para ello, nada mejor que convertir su estatua en una mujer real, a la que se la impondrá el nombre de Galatea. Después de los sucesos reseñados, Pigmalión y Galatea se casaron, vivieron felices y tuvieron una hija llamada Pafo; ésta era tan bella que hasta el propio Apolo la pretendió.
lunes, 4 de junio de 2012
DECADENCIA DE LA RELIGIÓN ROMANA
DECADENCIA DE LA RELIGIÓN ROMANA
La traslación de las cualidades antropomórficas de los dioses griegos a la religión romana y, tal vez aún más, el predominio de la filosofía griega entre los romanos cultos, produjo su desinterés cada vez mayor por los viejos ritos, hasta tal punto que en el siglo I a.C. los oficios sacerdotales antiguos prácticamente desaparecieron. Muchos hombres cuyo origen patricio los habilitaba para estas tareas no creían en los ritos, y si los practicaban era por interés político, y la masa del pueblo inculto fue aceptando cada vez más los ritos extranjeros. Sin embargo, los cargos de pontífice y de augur siguieron siendo cargos políticos codiciados.
El emperador Augusto emprendió una completa reforma y restauración del antiguo sistema, y él mismo llegó a ser miembro de todas las órdenes sacerdotales. Aunque los primeros rituales habían tenido poco que ver con la moralidad —entendida como una relación práctica con poderes ocultos en la que los individuos servían a los dioses y recibían a cambio seguridad—, sí produjeron una disciplina piadosa y religiosa y, por tanto, Augusto los consideró una salvaguarda contra cualquier desorden interno. Durante este periodo, la leyenda de la fundación de Roma por el héroe troyano Eneas cobró una gran fuerza gracias a la publicación de la Eneida por Virgilio.
A pesar de las reformas instituidas por Augusto, la religión romana en el Imperio tendió cada vez más a centrarse en la Casa imperial y, en consecuencia, los emperadores fueron divinizados después de su muerte. Esta divinización había comenzado incluso antes del establecimiento del imperio con Julio César. Los emperadores Augusto, Claudio, Vespasiano y Tito también fueron divinizados y, después del reinado (96-98 d.C.) de Marco Coceyo Nerva, muy pocos emperadores no recibieron esa distinción.
Durante el Imperio se hicieron populares y se extendieron mucho numerosos cultos extranjeros, tales como el de la diosa egipcia Isis y el del dios persa Mitra, que en algunos aspectos era similar al cristianismo. A pesar de las persecuciones que se extendieron desde el reinado de Nerón hasta el de Diocleciano, el cristianismo fue ganando adeptos y se convirtió en una religión oficialmente tolerada en Roma bajo Constantino el Grande, quien gobernó como único emperador desde 324 hasta 337. Todos los cultos paganos se prohibieron en 392 por un edicto del emperador Teodosio
NOMBRE
GRIEGO |
NOMBRE
ROMANO | PAPEL EN LA MITOLOGÍA | ||
Afrodita
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Venus
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Diosa de la belleza y del deseo sexual (en la mitología romana, diosa de los campos y jardines)
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Apolo
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Febo
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Dios de la profecía, la medicina y la arquería (mitología grecorromana posterior: dios del Sol)
| ||
Ares
|
Marte
|
Dios de la guerra
| ||
Artemisa
|
Diana
|
Diosa de la caza (mitología grecorromana posterior: diosa de la Luna)
| ||
Asclepio
|
Esculapio
|
Dios de la medicina
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Atenea
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Minerva
|
Diosa de las artes y oficios, y de la guerra; auxiliadora de los héroes (mitología grecorromana posterior: diosa de la razón)
| ||
Cronos
|
Saturno
|
Dios del cielo; soberano de los titanes (mitología romana: dios de la agricultura)
| ||
Démeter
|
Ceres
|
Diosa de los cereales
| ||
Dionisio
|
Baco
|
Dios del vino y de la vegetación
| ||
Eros
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Cupido
|
Dios del amor
| ||
Gaya
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Tierra
|
Madre Tierra
| ||
Hefesto
|
Vulcano
|
Dios del fuego; herrero de los dioses
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Hera
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Juno
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Diosa del matrimonio y de la fertilidad; protectora de las mujeres casadas, embarazadas, presidía los partos y velaba por los recién nacidos; esposa de Júpiter, reina de los dioses; madre de Marte; diosa de la luna.
| ||
Hermes
|
Mercurio
|
Mensajero de los dioses; protector de los viajeros, ladrones y mercaderes
| ||
Hestia
|
Vesta
|
Guardiana del hogar
| ||
Hipnos
|
Sueño
|
Dios del sueño
| ||
Hades
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Plutón
|
Dios de los mundos subterráneos; señor de los muertos
| ||
Poseidón
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Neptuno
|
Dios de los mares y de los terremotos
| ||
Rea
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Ops
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Esposa de Cronos/Saturno; diosa madre
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Urano
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Urano
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Dios de los cielos; padre de los titanes
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Zeus
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Júpiter
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Soberano de los dioses olímpicos. Era la divinidad romana más importante. Es el dios del cielo y de la luz. Preside los fenómenos atmosféricos como el rayo y la lluvia. Protector de la agricultura y de los campesinos. Presidía la fiesta de la vendimia. Sus atributos son el águila, el cetro en una mano y en la otra el rayo. Su templo sobre la colina del Capitolio en Roma era el centro religioso de todo el imperio romano.
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templos romanos
TEMPLOS ROMANOS
La arquitectura de los templos romanos, así como su número total, también refleja la receptividad de la ciudad a todas las religiones del mundo conocido. El templo de Isis y Serapis en el Campo de Marte, construido con estilo y materiales egipcios para albergar el culto helenizado de la deidad egipcia Isis, es representativo de la heterogeneidad de los monumentos religiosos romanos. Los templos de Roma más dignos de mención eran el templo de Júpiter Capitolino y el Panteón. El templo de Júpiter Capitolino, en el monte Capitolino, estaba dedicado en el 509 a.C. a Júpiter, Juno y Minerva. Construido originalmente en estilo etrusco, fue reconstruido o restaurado varias veces bajo el imperio y destruido finalmente por los vándalos en el 455 d.C. El Panteón fue construido desde el 117 al 138 d.C. por el emperador Adriano y dedicado a todos los dioses; este edificio reemplazaba a un templo más pequeño que 
había construido Marco Agripa. El Panteón se convirtió en iglesia cristiana en el 607 es ahora un monumento nacional italiano.

había construido Marco Agripa. El Panteón se convirtió en iglesia cristiana en el 607 es ahora un monumento nacional italiano.
miércoles, 30 de mayo de 2012
Dioses Romanos
ABUNDANTIA
Entre los romanos era una diosa de la abundancia y el bienestar. Su atributo era un vaso en figura de cuerno y rebosando frutas y flores, que representa la abundancia más conocido como cornucopia.
BACO
Dios del vino, identificado con Dioniso, el dios griego del vino, y con Liber, el dios romano del vino. Hijo de Júpiter, se le suele caracterizar de dos maneras: una como dios de la vegetación, específicamente de los frutos de los árboles, que aparece representado a menudo en los vasos áticos con un cuerno con bebida y racimos de uvas.
Como llegó a ser el dios popular griego del vino y el regocijo, se dice que en algunos de sus festivales se producían milagros en los que el vino era el ingrediente predominante.
La segunda caracterización del dios apunta a los misterios de una divinidad que inspiraba cultos orgiásticos, de los que son ejemplo las ménades o bacantes. Este grupo de mujeres abandonaba el hogar y vagaba por el desierto entrando en un estado de éxtasis en su devoción al dios. Vestían pieles de cervatillo y se creía que poseían poderes ocultos.
El nombre Baco llegó a usarse en la antigua Grecia durante el siglo V a.C. Se refiere a los fuertes gritos con los que se adoraba al dios en las bacanales, frenéticas celebraciones en su honor.
Estos hechos, supuestamente originados en las fiestas de la naturaleza primaveral, llegaron a ser ocasión de embriaguez y de actos licenciosos y disolutos, en los que los celebrantes danzaban y bebían. Las bacanales se hicieron cada vez más desenfrenadas. Por esta razón, el Senado romano las prohibió en el año 186 a.C. En el siglo I d.C., sin embargo, los misterios dionisíacos eran aún populares, como lo demuestran las representaciones alusivas encontradas en sarcófagos griegos.
BELONA
Diosa de la guerra. Se la identifica a menudo con la diosa griega de la guerra Enio. En la mitología posterior, se describe a Belona como la hermana, hija o esposa del dios romano de la guerra, Marte, y a veces como su auriga o musa.
Su templo que se le consagró en Roma en el año 296 a.C., se encuentra en el Campo de Marte, cerca del altar de Marte, fuera de las puertas de la ciudad. Allí se reunía el Senado para recibir a los embajadores extranjeros.
En la columna bélica, situada enfrente del templo de Belona, los feciales (oficiales con función de sacerdotes) realizaban la ceremonia de la declaración de guerra.
CARMENTA
Ninfa de las aguas, poseía el don profético y se considera que fue ella la que escogió el emplazamiento de Roma. Se convirtió en la diosa de los partos.
CERES
Diosa de la agricultura. Ella y su hija Proserpina eran equivalentes a las diosas griegas Démeter y Perséfone.
La creencia griega de que su júbilo al reunirse con su hija cada primavera hacía que la tierra produjera frutos y granos en abundancia fue introducida en Roma en el siglo V a.C., y su culto se volvió sumamente popular, sobre todo entre los plebeyos.
La palabra cereal deriva de su nombre. Su festividad más importante, las Cerealia, se celebraba del 12 al 19 de abril.
CUPIDO

Cupido no sólo hacía nacer el amor en los demás, sino que, también él lo experimentó en sus propias carnes. Por aquel entonces vivía en la Tierra una princesa llamada Psique, a la que Venus envidiaba por su gran belleza. Celosa, la diosa decidió acabar con la joven y ordenó a Cupido que se encargara del asunto. Pero su hijo, al verla, se enamoró de Psique y no cumplió con su cometido. Más bien al contrario: se casó con ella.
Como mortal, Psique tenía prohibido mirar a Cupido, y respetó esa norma hasta que un día, incitada por sus hermanas, no resistió más y le echó el ojo a su marido. Eso le valió el castigo de ser abandonada: desde entonces, Psique recorrió el mundo en busca de su amado superando los obstáculos que le ponían los dioses. Finalmente, los del Olimpo se compadecieron de ella, la hicieron inmortal y le permitieron volver a reunirse con Cupido.
DIANA
Diosa de la luna y de la caza. Equivalente latina de la virginal diosa griega Ártemis, Diana era la guardiana de las corrientes y los manantiales y protectora de los animales salvajes. Además, era especialmente venerada por las mujeres, y se creía que aseguraba un parto apacible a sus favoritas.
En la iconografía artística se la representa habitualmente como una joven cazadora, a menudo armada de arco y flechas.
El santuario más famoso consagrado a Diana estaba sobre el lago Nemi, cerca de Aricia.

ESCULAPIO O ESCULAPIUS
Este es el nombre romanos para el dios griego de la medicina, Asklépios, el cual en el año 293 a.C.con la personificación de una culebra es llevado a Roma para combatir una enfermedad contagiosa y elige la isla Tiber como lugar de residencia. Aqui surge un templo para Esculapio y desde Roma se expande su culto a Ostia, Tibur y Antium De aqui que la figura del palo con la culebra alrededor, es el signo de la medicina.
FAUNO

Los Romanos lo identificaban con el dios Griego Pan. Algunas veces el dios Griego Pan era asociado con el dios Romano Silvano, el dios de la naturaleza salvaje. Tal como su contraparte Griega, él tenía las patas y los cuernos de cabra. Fauno era una deidad oracular. El podía predecir el futuro que le era revelado durante los sueños o por medio de voces supernaturales que salían de arboledas sagradas. También era considerado un gran músico.
Pan estaba cantando en una ocasión y declaró que él era mejor músico que Apolo. Una competencia se realizó entre los dos, con Tmolus sirviendo de juez. Apolo tenía mejor instrumento que Pan, y fué seleccionado como el ganador. Aunque Tmolus seleccionó a Apolo como el ganador, el rey Midas no estaba de acuerdo. Tmolus le convirtió las orejas al rey en orejas de burro como castigo.
En algunas leyendas se identificaba a Fauno con un primitivo rey del Lacio, que enseñó a su pueblo como cultivar y criar ganado.
También se creía que fue él quien introdujo el sistema religioso del país y después de su muerte fue venerado como un dios.
FLORA
Diosa romana que preside la floración y la primavera. Es una de las doce divinidades antiguas a las que Tito Tacio erigió un altar en Roma. En algunas poblaciones itálicas le estaba consagrado el mes de Abril. En Roma, el rey Numa, creó para ella un sacerdote, el flamen florales.
Tras una serie de años desastrosos para las cosechas, su culto cambió y se le erigió un nuevo templo quedando fijada su fiesta el 28 de Abril. En su honor se celebraban unos juegos llamados la Floralia, que duraban hasta el 3 de Mayo. Era tradicional la participación de las cortesanas en estas festividades.
Su culto estaba dirigido a pedir la protección de la diosa para las cosechas. Se le ofrecían sacrificios de ovejas. Ella entregó a los hombres la miel y las semillas de numerosas flores. A pesar de ser una diosa enteramente itálica, Ovidio intenta relacionarla con la mitología griega. Partiendo de una falsa etimología, identifica a Flora con la ninfa griega Cloris. El relato que hace de la leyenda entre Cloris y Céfiro, realmente es una repetición del mito del rapto de Oritía por parte de Bóreas, el viento del norte, existente en la mitología griega. Se la representa adornada con flores. Dentro de la iconografía de esta diosa podemos encontrar el fresco de Stabia, realizado en el siglo I a de C., en Nápoles; "El triunfo de Flora".
FORTUNA
La diosa Fortuna o fors, en Grecia Tyche, era la diosa de la suerte, el azar, la que rige las vidas de los hombres. Representada como mujer, de pie o sentada y que lleva consigo varios objetos, como un timón, una rama de olivo o un caduceo. El culto a esta divinidad fue introducido por Servio Tulio y se le erigió un templo en el Campigdoglio aunque en Roma tuvo varios más, como el Templo de la "Fortuna Virilis", santuarios oraculares de Antium y Praeneste (hoy Anzio y Palestrina).
Cada emperador tenía su propia diosa Fortuna. Era la personificación de la suerte favorable o adversa apareciendo subida sobre un globo que gira, también con una rueda a su lado, aludiendo a las vueltas o cambios que la fortuna regala a los humanos.
JANO

Su principal templo en el Foro romano tenía puertas que daban al este y al oeste, hacia el principio y el final del día, y entre ellas se situaba su estatua, con dos caras, cada una mirando en direcciones opuestas. En todos los hogares se le dirigía la plegaria matutina, y en toda tarea doméstica se buscaba su asistencia.
Como dios de los comienzos, se le invocaba públicamente el primer día de enero (januarius), el mes que derivó de su nombre porque inicia el nuevo año. Se le invocaba también al comenzar una guerra, y mientras ésta durara, las puertas de su templo permanecían siempre abiertas; cuando Roma estaba en paz, las puertas se cerraban.
Existen pocos mitos sobre él, pero gracias a sus extra par de ojos engañó a la ninfa Carna, la cual atraía a los hombres, y una vez que los conquistaba, se escapaba.
Jano no tiene equivalente en la mitología griega.
JUNO

En sus orígenes, divinidad homóloga de la etrusca Uni, personificaba el ciclo lunar. Tambien era relacionada con la diosa griega de la natalidad Eileithyia y nombrada por los romanos como "ella que deja ver la luz a un niño".
Forma parte de la tríada venerada primero en el Quirinal y luego en el Capitolio junto con Júpiter y Minerva (Juno Regina). Poseía diversas atribuciones, pero fundamentalmente era protectora de las mujeres (sobre todo de las casadas), de las bodas y de los partos, como atestiguan sus otros epítetos: Juno Lucina, la que da a luz; Juno Caprotina, diosa de la fecundidad; Juno Pronuba, diosa del matrimonio; Juno Moneta, diosa de los buenos consejos; Juno Sospita, la compasiva; Juno Caelestis, la Astarté de Cartago; Juno Lucina ayudaba a las mujeres en el parto; como Juno Regina era la consejera y protectora especial del Estado romano.
El primero de marzo se celebra la fiesta dedicada a su nombre llamada "fiesta matronalia".
El nombre del mes de junio proviene del de la diosa Juno.
JúPITER

Júpiter le dió a Plutón el dominio del inframundo y a su otro hermano Neptuno, el dominio del Mar. La esposa de Júpiter era Juno, quién era muy celosa de la atención que Júpiter le daba a otras diosas y mujeres.
Los juegos que se realizaban en el Circo Romano eran dedicados a su persona.
MARTE
Hijo de Júpiter, Marte, dios romano de la guerra, símbolo de la fuerza y la energía. Su figura está asociada con la valentía y la masculinidad. Una de las deidades romanas más importantes, se consideraba a Marte el padre del pueblo romano, porque era, junto con Hera, padre de Rómulo y Remo, los fundadores de Roma según la mitología clásica.
Originalmente un dios del año, especialmente de la primavera, los romanos identificaban a Marte con el dios griego de la guerra, Ares.
Los nombres del día martes y del mes de marzo derivan del nombre de este dios.
MERCURIO
Mercurio era el dios-mensajero de Júpiter, y era el dios de los juegos. Mercurio era también el dios de los mercaderes, del comercio y de las historias. Era hijo del dios Júpiter y Maia, la hija del titán Atlante. Maia misma era una de las Pléyades, quienes eran las hijas del titán Atlas.
El culto de Mercurio se introdujo en Roma en el año 495 a.C., cuando se le hizo un templo cerca del Circo Máximo.
Mercurio era identificado con el dios Griego Hermes.
MINERVA
Diosa de la sabiduría, hija de Júpiter. Era equivalente de la diosa griega Atenea.
Minerva nació de la cabeza de Júpiter, ya crecida y vestida con una armadura. Cruel y belicosa, era la patrona de los guerreros, la defensora del hogar y del Estado y la encarnación de la sabiduría, la pureza y la razón.
Cuentan los mitos que la tierra, el cielo y los mares se conmovieron con su nacimiento. Minerva fue el gran poder que asistía en todo a Júpiter. De ella partía el consejo, y su voz era escuchada reverentemente en la asamblea de los dioses. Era también patrona de las artes, de la artesanía y de los comerciantes.
Con Júpiter y Juno, era una de las tres deidades principales del Estado romano.

NEPTUNO

Después de la derrota de su padre Saturno (Cronos), los tres hermanos dividieron al mundo en tres partes para ser gobernadas por ellos. Júpiter tomó el cielo, Neptuno el mar y Plutón el inframundo. Neptuno tenía fama de tener mal genio. Las tormentas y terremotos reflejaban su rabia furiosa. Era representado como un hombre barbudo aguantando un tridente y sentado en una caracol de mar tirado por caballos de mar. Un día Neptuno vió a la ninfa acuática Anfitrite bailando en la isla de Naxos y se enamoró de ella. Rápidamente le pidió que se casara con él, pero ella se negó. Sin embargo, sin desanimarse por el rechazo de Anfitrite, Neptuno envió a unos de sus criados, un delfín a buscarla. El delfín la encontró, y le rogó mucho por la causa de Neptuno y fue tan persuasivo que la hizo cambiar de parecer. Como recompensa por encontrar y regresarle a Anfitrite, Neptuno inmortalizó al delfín al ubicarlo en el cielo como la constelación Dolphinus.
Neptuno y Anfitrite tenían varios hijos. Entre ellos estaba Tritón cuyo nombre fue dado en 1846 a la luna principal del planeta Neptuno por William Lassell.
Su festival se celebraba el 23 de julio.
PALES
Vieja divinidad romana, protectora de los rebaños, es tan pronto un dios como una diosa; por lo tanto, parece derivar de una dualidad primitiva. A esta divinidad se le consagran las fiestas de las Parilia.
PLUTÓN
Dios de los muertos y de los infiernos, esposo de Proserpina, y equivalente latino del dios griego Hades. Plutón ayudó a sus dos hermanos, Júpiter y Neptuno, para derrocar a su padre, Saturno.
Al dividirse el mundo entre ellos, Júpiter escogió la tierra y los cielos como reino; Neptuno se convirtió en el soberano del mar, y Plutón recibió por reino el submundo, donde gobernó sobre las sombras de los muertos. Se le consideraba originalmente un dios cruel e inflexible, indiferente a las plegarias y difícil de apaciguar con sacrificios.
En los cultos y creencias populares posteriores se acentuaron aspectos más agradables y benéficos del dios.
La versión romana de Hades, Plutón, era más benigna porque se le consideraba el otorgador de los beneficios ocultos de la tierra tales como los minerales y las cosechas, por lo que también era conocido como "Dis u Orcus", el dador de riqueza.
POMONA
Diosa romana de los frutos y los vegetales, su nombre procede de pomum, manzana, fruto.
Ella se paseaba por los jardines de su reino cargando un cesto con manzanas que representaban la vida eterna y junto a los pastores encargada de podar, regar, cuidar e injertar los árboles. Muchos dioses campestres intentaron desposarla, pero ella ignoró a todos cuantos se le acercaban y valló sus jardines con un alto muro. Sin embargo, hubo un dios, Vertumno, que no se resignó a tales desprecio y prometió que se casaría con ella. A tal efecto, se convirtió al mismo tiempo en un pastor, un labrador, un viñador y un segador y se presentó a la puerta de su casa pero no fue recibido por Pomona.
Finalmente, cuando el dios se convirtió en amable anciana y fue accesible para Pomona la convenció, con su elocuencia, de la conveniencia de tal boda. Vertumno se transformó a su apariencia normal y se casaron.
SATURNO
Dios romano de la cosecha y la agricultura. En leyendas posteriores se lo identifica con el dios griego Cronos, quien, después de haber sido destronado por su hijo Zeus (en la mitología romana, Júpiter), huyó y se instaló en el Lacio, Italia, donde gobernó durante la llamada edad de oro, un tiempo de paz y felicidad completa, periodo en el cual enseñó la agricultura a la gente. Algunos dicen que tenia mas en común con la diosa Demeter.
Durante las fiestas llamadas saturnales, cada 17 de diciembre se rememoraba la edad de oro durante siete días. Todas las actividades se suspendían y se postergaban ejecuciones y operaciones militares. Era un periodo de buena voluntad, dedicado a los banquetes y al intercambio de visitas y regalos.
Un rasgo particular de este festival era la libertad que se daba a los esclavos, quienes durante este tiempo ocupaban el sitio preferencial en la mesa familiar y eran servidos por sus amos.

SILVANO
Dios de los campos sin cultivar y de las selvas, protector del ganado y de los rebaños.
Originalmente una divinidad sin nombre a la que se aludía con el adjetivo silvanus (en latín "que vive en un bosque"), fue identificada más tarde con los dioses pastoriles Pan y Fauno.
SUEñO
Dios del sueño, hijo de la Noche y hermano gemelo de la Muerte.
Su morada estaba en una oscura cueva en el lejano oeste, donde nunca brillaba el sol y todas las cosas estaban sumidas en el silencio.
Lete, el río del olvido, corría cerca de la cueva, y junto a él crecían amapolas y otras plantas de cualidades narcóticas.
Sueño tenía poder sobre dioses y sobre mortales y es representado a menudo como un joven durmiente que sostiene un tallo de amapola.
TÉRMINO
Protector de las señales y lindes de los campos. Los labradores celebran todos los años, el 23 de febrero, las Terminalia.
VENUS
Originalmente diosa de los jardines y de los campos, pero después identificada con Afrodita, la diosa griega del amor y la belleza. A la perfección de su figura y la pureza de sus características, ella añadía un ademán inocente. En su dulce cara siempre tenía una sonrisa. Venus es identificada también como la diosa del deseo; por eso es posible que el origen de este nombre esté en la raíz sánscrita "van", que significa precisamente deseo, y que da lugar al verbo de movimiento "venire", con el que también se asocia este nombre. En la época imperial, era venerada bajo diferentes aspectos: como Venus Genetrix, se identifica con la madre del héroe Eneas, el fundador del pueblo romano; como Venus Felix, es la portadora de buena fortuna; como Venus Victrix, la portadora de victoria; y como Venus Verticordia, la protectora de la castidad femenina.
Venus era la mujer de Vulcano, dios de la forja de los metales, pero a menudo le era infiel. Entre sus muchos amantes estaba Marte, el dios de la guerra; el bello pastor Adonis, y Anquises, padre de Eneas. Era también la madre de Cupido, dios del amor.
VESTA
Diosa del hogar, venerada en un ámbito doméstico como una divinidad casera.
El santuario público más importante dedicado a Vesta era su templo redondo en el Foro romano, cuyo fuego, según se decía, lo había llevado desde Troya Eneas, el legendario fundador de Roma. El santuario era símbolo de la seguridad de la ciudad y lo custodiaban permanentemente seis vírgenes vestales, sacerdotisas que conservaban encendido el fuego y que servían durante periodos de treinta años sometidas a severas reglas.
A principios de junio de cada año se celebraban fiestas en honor de Vesta, llamadas Vestalia. En cuanto a su imagen, la diosa era asociada con las llamas de su fuego y es representada con una larga túnica y la cabeza cubierta por un velo. En las manos sostiene una lámpara o una antorcha, pero también puede empuñar un dardo o llevar el cuerno de la abundancia. Su equivalente griega era Hestia.
VULCANUS
Esposo de Venus e hijo de Júpiter y de Juno. Su nombre del latín, Volcanus, "Volcán", dios del fuego y el protector de los herreros. Vulcano se identificaba con l dios griego Hefesto en el periodo clásico. Sus fiestas en Roma, las Vulcanalia, se celebraban el 23 de agosto. Venerado especialmente en Ostia, cerca de Roma, donde se le rendía el principal culto. Es representado con bonete puntiagudo y herramientas de herrero (martillo y tenazas).
Romulo & Remo..

Rómulo y Remo
Según cuenta la leyenda, Eneas escapó de Troya hacia el oeste, junto con su padre Anquises y su hijo Ascanio cuando ésta estaba ardiendo en llamas.
La diosa Venus los guió a través de los mares. Un tiempo más tarde, Julios abandonó el Palatino y fundó la ciudad llamada Alba Longa, sitio que se estableció como confederación de ciudades del Latio. Pero los dioses habían dispuesto que Roma estuviese marcada por la grandeza.
Rómulo:
La mitología nos cuenta que Remo intentó construir una ciudad en el monte Aventino. Pero Rómulo fue guiado por el vuelo de unas aves (doce gavilanes) que vio como un oráculo y optó por el monte Palatino. De esta manera se fundó la ciudad de Roma y se convirtió en el primer rey de ella.
La mitología de Roma *---*
La mitología romana, es decir las creencias mitológicas de los habitantes de la Antigua Roma, puede considerarse formada por partes. La primera, principalmente tardía y literaria, consiste en préstamos completamente nuevos procedentes de la mitología griega. La otra, mayoritariamente antigua y cúltica, funcionaba en formas muy diferentes a las de la equivalente griega.
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